¡Enhorabuena!
MICRORRELATO
Estaba sola, sentada en un banco sin ningún paraguas
que la amparase, ni un mísero árbol que amortiguase las gotas de lluvia. Se
sentía tan triste que quería ser parte de aquel diluvio, inexorable e
imperturbable. Y lloró como nunca lo había hecho. Tantas lágrimas derramó que ella misma se
convirtió en aguacero. Se transformó en miles de gotas que repiquetearon contra
el suelo como si se tratase del tictac de un reloj. Recorrió valles y montañas
como si fuese un río, avanzó como una serpiente vaporosa por el pavimento de
las enormes junglas de cemento. Conoció a miles de personas maravillosas,
aunque ellas no sabían que las conocía. Voló por los cielos como aire y durmió
entre nubes, cayó desde las alturas. Fue testigo del primer beso de una pareja,
de la despedida de una madre y su hijo en la estación de tren. Habría llorado,
de no ser porque ella misma era lágrima del cielo, destinada a elevarse a la
bóveda celeste y volver a caer. Por eso, deseó ser humana, y se encontró a sí
misma sentada en el banco, y se sintió insignificante ante un mundo tan grande.
¡Qué sola se sentía!
No hay comentarios:
Publicar un comentario