miércoles, 27 de noviembre de 2024

Microrrelatos ganadores

 El pasado sábado 23 de noviembre se celebró en Málaga el Acto de Lectura Pública del IX Certamen de Microrrelatos sobre Violencia de Género en la Juventud. La lectura tuvo lugar en el salón de actos del Rectorado de la Universidad de Málaga, en el Paseo del Parque. De los doce finalistas, diez pertenecían a estudiantes de nuestro centro y tres de ellos resultaron ganadores. Además, nuestro centro, el IES Profesor Gonzalo Huesa, recibió el premio a la participación más destacada. ¡Enhorabuena!






Aquí os dejo los tres microrrelatos premiados:

Muda presencia

Ella se sentía parte de la Naturaleza. Se tumbaba en el prado. Con su corta melena al aire, su sonrisa mellada. Feliz sobre la hierba. Hace ya muchos años. Ahora es una mujer. Nunca dejó de venir. Este prado es su refugio. Nunca importó si llovía o nevaba. Siempre volvía.

Agosto.

Llevaba un tiempo ausente. Ocupada con su trabajo, su vida y su nueva pareja. Confío en que volverá.

Octubre.

Vuelve. Me alegra verla, está cambiada. La oscuridad bajo sus ojos es intensa. ¿Debería preocuparme? No cuenta nada, su sonrisa brilla.

Enero.

Ya no viene. La echamos de menos. Ha nevado desde la última vez que vino. Me pregunto qué hará.

Julio.

Ha regresado. Tumbada en el verde césped, su larga y roja melena entre las blancas margaritas. Está quieta. La brisa corre. Le cuesta respirar. Es extraño, pero ha vuelto.

Espera…

Su rostro pierde color, su respiración se ahoga. Abre los ojos. Ha visto la sombra borrosa, que se cernía sobre ella. Intenta gritar. No puede. Oímos un chasquido, el rubor de sus mejillas fluyó bajo su cuerpo y tiñó mis blancos y delicados pétalos. La sombra se alejó, ella permaneció. No pude hacer nada, soy una simple flor.

                                                                                                                 Irene Rodríguez Bernal


MARCAS DE PINTURA


Ella se sentía vacía. Siempre se había dedicado a la pintura, plasmaba en majestuosas obras de arte la belleza que siempre habían observado sus ojos: prados verdes, cielos azules y brillantes, mares y lagos en calma, arcoíris coloridos…


Cada vez que él le gritaba y alzaba la voz, ella se apagaba, como si algo en su interior se consumiera y no la dejara ser quien era: una mujer fuerte, valiente y luchadora. A medida que pasaba el tiempo sus cuadros se oscurecían cada vez más; ahora, los protagonizaban sombras oscuras, bosques tenebrosos y figuras de hombres que aterrorizaban sus pensamientos. Representaba en sus obras lo que no era capaz de expresar con palabras, bien por miedo a ser juzgada o a revelar sus sentimientos.


 Comprendió que para que sus cuadros recuperaran su brillo y su esencia, debía liberarse de aquello que le arrebataba su esplendor. Decidió volver a darle color a sus maravillosas obras, dotándolas de nuevo de aquellos paisajes coloridos y alegres. Finalmente se desprendió de la sombra que la había estado siguiendo durante mucho tiempo. Entendió que para escapar de la oscuridad debía huir antes de que fuera demasiado tarde para crear armonía con su amplia paleta cromática.

                              

                                                                                                                     Belén López Morales

                                                 


CADENAS DE SILENCIO


Ella se sentía atrapada, cada palabra que él le decía era una cadena invisible que la mantenía prisionera. Al principio todo parecía normal, incluso dulce. Las pequeñas críticas se disfrazaban de consejos cariñosos y las restricciones de preocupación. Con el tiempo esas palabras se convirtieron en gritos y los gestos en choques.


La soledad se instaló en su pecho, porque nadie parecía notar qué le ocurría tras aquellas puertas cerradas que en algún momento repartían felicidad y lo que quedaba era un silencio vacío por aquella bestia que mantenía encerrada a esa bella mujer.


Cada día era un desafío, una lucha silenciosa entre el deseo de escapar y el miedo paralizante que la retenía. Sabía que el amor no dolía, ¿cómo había llegado hasta ese punto?


Todos los días se hacía preguntas sin respuestas, solo quería escapar, volver a ser la de antes y derrotar al ogro que la aterraba, quitarse las cadenas que la envolvían alrededor de su cuerpo.


Una mañana abrió la persiana y un rayo de sol la iluminó por su luz y también por la valentía que guardaba dentro, desató las cadenas que anudaban su corazón y llamó para pedir ayuda. La bestia había sido derrotada.

                 

                                                                                                               Diana Paraschita Lungu

Y estos son los finalistas:


Marioneta sin voluntad

Ella se sentía como un títere, una marioneta de usar y tirar que contra su voluntad era dirigida por cuatro cordeles controlados por aquel cruel titiritero, que movía brusca y fuertemente esas cuerdas que tanto daño hacían en sus muñecas y tobillos.

Un oscuro callejón era el lugar donde se desarrollaba aquel deplorable espectáculo de guiñol, un público masculino que reía y animaba al marionetista a seguir con el espectáculo, aquel espectáculo en el que estaba obligada a actuar. Todos disfrutaban, excepto ella, que de algún modo trataba de encontrar la forma de cortar las cuerdas con las que estaba siendo manejada, pero por mucho que buscó no encontró ninguna manera.

Hasta que gracias al destino o a su suerte, todo el callejón se vio iluminado por una rutilante luz. Una luz azul cielo, una luz que cortó sus cuerdas y ahuyentó a todo el mundo menos a ella, quien al verla, quedó inconsciente en el suelo, pero con una sonrisa de tranquilidad dibujada en su rostro.

Desde ese momento, solo recuerda haberse despertado en una habitación blanca, en la que poco después apareció un desconocido vestido de blanco que le preguntó un par de cuestiones y trató de consolarla.

                                                                                                                                 Jaime Rioja Martín



Sentenciada

Ella se sentía presa de amor. Como un mimo, palpaba las tres paredes de rugosa piedra y los once firmes barrotes. Inocente, estaba encarcelada, atada en cuerpo y alma a la pata de la incómoda camita de su tosca cueva.

Cada día, la desafortunada prisionera trazaba una blanca raya, rascada en la pared. Iba contando cada puesta de sol que quedaba para su liberación, trazando en la roca caliza un tembloroso palito más, con su intencionada larga uña del pulgar. Una, dos, tres… quinientas, quinientas una, quinientas dos. Desconocedora de su inexorable sentencia, encadenada de espaldas a la puerta, cada nuevo amanecer era más doloroso. Por cada dibujo, un nuevo morado aparecía, una nueva lágrima brotaba y oxidaba sus grilletes.

Solo ella conocía su prisión, su ilusión. Era aparentemente una inocente libre, una marchita flor en el inmenso campo de primavera, una mota de polvo entre las estrellas, un pez en un mar de delfines.

Entonces, un día nuevas rayitas dejaron de aparecer en la pared. En el día de su liberación, la puerta estaba abierta, la pata de la cama atada a su alma, manchada de carmín y su cuerpo perecía dentro. La puerta de salida siempre estuvo abierta.

María Elena Guerrero Sánchez 



Melodía de emociones

                                           

Ella se sentía viva, feliz y radiante. Aquella nota musical se deslizaba libremente por el pentagrama, contenta de tener una armadura que la hacía sonar con un suave timbre jamás antes escuchado.  

De repente, aquella melodía tan maravillosa comenzó a cambiar y su armadura se desvaneció por completo.  

Los sonidos ya no eran armoniosos, sino estridencias. Todo se derrumbaba y cambiaba y los ruidos eran gritos y las acaricias, golpes. Aquellos sueños que habían planeado juntos se fueron y ahora ella solo quería huir, escapar. Era prisionera de una gran nota oscura y diferente, de una melodía furiosa y desgarradora; mejor dicho, era esclava de una mala y feroz bestia, de una persona que había pasado de amarla a maltratarla. Ella era incapaz de hablar de su situación con nadie y por ello pensó que desde ahora estaría atrapada en el silencio, que nadie la podría ayudar y que su amor, la melodía y las notas musicales se habían esfumado.  

Al principio tenía mucho miedo de hacerse escuchar, pero no se rindió. Así que contactó con sus amigos y con su familia: ellos pudieron lograr que aquella melodía feroz se convirtiera en la melodía de un violín que tocaba alegremente.  

                                                                                         Gema Fernández Pinos



Estrella sin brillo 

     Ella se sentía como una rosa sin pétalos. Cada día para ella significaba caminar descalza sobre cristales. Cada vez que se despertaba no encontraba razón para levantarse de la cama y se quedaba llorando replanteándose su vida. Siempre se preguntaba “¿por qué yo?” Mientras lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas. 

 

          Ella antes había sido una chica feliz, hasta que lo conoció a él. Al principio se sentía libre y feliz a su lado. Pero un día él acabó con su libertad cortándole sus alas. Le hacía sentir que solo él existía en este mundo, apartándola de sus amigos y de su familia. Cada día iba a peor, le hacía sentir que todo lo hacía mal. 

 

     Aquella chica que fue tan feliz un día, vio cómo su brillo se iba apagando por culpa de la oscuridad. Cada segundo en su vida se hacía eterno, hasta que un día decidió cambiar su situación. Empezó a salir  con sus amigos: le encantaba disfrutar del paisaje, se lo pasaba bien con su familia. Al monstruo que la atormentaba no le gustaba eso, así que decidió opacar la estrella acabando con su brillo. Dicen que las estrellas brillan más cuando están a punto de apagarse. 

                                                                                     Miguel Ángel López Fernández


EL SILENCIO QUE DUELE

Ella se sentía rota por dentro, pero nadie lo notaba. Delante de la gente él era perfecto, hasta que llegaba el momento de tener que estar solos. La castigaba con silencios fríos o con palabras que la hacían dudar de todo, se sentía confundida, como si caminara por un pasillo oscuro. Él siempre la llamaba “mi amor”, pero sus palabras dolían más que un golpe. Una noche tras una pelea, él se fue de casa dejando tras sí un silencio pesado, como una niebla se apoderaba de cada rincón de la casa, no le quedabanlágrimas, había llegado a un punto que no quedaban lágrimas solamente un vacío que la invadía desde hacía mucho.

Sentada en el sofá intentaba recordar en qué momento había dejado de ser feliz, cuándo las risas se habían convertido en discusiones y las palabras en armas. Desde ese mismo momento supo que no quería volver a caminar por un pasillo oscuro sino que quería caminar por uno lleno de felicidad así que se levantó del sofá abrió las ventanas dejando que el aire entrara en la casa haciendo que ese lugar en vez de ser un laberinto sin salida fuera un lugar donde podía volver a empezar.

                                                                                                 Laura María Maldonado García



SILENCIO

Ella se sentía en una encrucijada de la que no sabía si podría escapar. Observó su alrededor con inquietud como un alma en pena, escuchando el tétrico y fino silbido de la brisa a través del hueco de la ventana. Revivía recuerdos similares al momento de ser dominada en la oscuridad de su habitación.

El tiempo se volvía plomizo, los bellos pétalos de su vida se caían poco a poco debido al continuo eterno retorno. Se mostraba como una compañera fuerte, infranqueable y única ante los duros estándares de la sociedad, donde el mundo de las apariencias reinaba sobre los demás.

Al llegar a casa, su fantástica unión se volvía una selva infernal: llena de cadenas ocultas, sufrimiento envuelto en grandes bandas rojas e incluso un dolor tan fuerte que no la dejaría salir de aquel profundo pozo.

En el último instante, cuando nadie sabía quién gobernaba en su cabeza, el matiz de la locura salió a flote como un barco sin rumbo, invadido de tenebrosas ideas que hacían peligrar su propia estabilidad.

Abatida y derrumbada, ella se sumergió en una pacífica y cristalina bañera de agua. Su último aliento acabó con las afiladas espinas rojas alojadas en su corazón.


                                                                                       Andrea Domínguez Ortiz

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