Colores
Ella se sentía libre, nueva y llena de juventud como La joven de la perla de Vermeer. Cada mirada que percibían estaba llena de admiración, comprensión y esperanza, ya que reflejaba su belleza y su bondad y demostraba su perfección como El nacimiento de Venus de Botticelli.
No sabía que su vida se convertiría en el museo donde residiría. Muchas ansiaban su posición y otras se sentían cautivadas por su suerte. Ella no sabía con quién iba a estar hasta que un pintor pujó por su elección. Aquel chico aparentaba ser una persona amable, agradable, graciosa y perfecta. Lo que sintieron desde aquel día fue el amor más puro.
Aquel pintor la cuidaba y la trataba como un tesoro que desprendía colores: el amarillo alegría, el verde esperanza y el rojo amor. Todo continuó así hasta que una noche, bajo la influencia de nuevas ideas, empezó a pintarla de colores que ella no deseaba: eScarlata, negrO, Ceniza, Óxido, Rojo sangRe y grafitO. Nadie la escuchaba.
Ella se sentía diminuta, asustada y deformada como un cuadro cubista de Picasso, no irradiaba ni juventud ni plenitud y nunca tuvo el valor de pedir ayuda para salvarse. Sus colores se difuminaron para siempre.
La tormenta de emociones
Ella se sentía en un campo verde cubierto por una manta blanca, conectada con la naturaleza, abierta al mundo, con todas las puertas iluminadas de cara al futuro. Ella se sentía montada en una bicicleta, libre, la fresca brisa del mundo acariciaba su piel y el brillante sol dorado se reflejaba en los diamantes de su cara.
Un día encontró un amor sosegado, un amor al que prestar su corazón, un ser al que amar, una persona para estar junto a él toda la vida. Hasta que se dio cuenta de que la realidad era muy diferente de como él la dibujaba, era una realidad opaca y pintada de colores oscuros.
De repente, un tornado de emociones sin color la cubrió y en ella quedaron impregnados el dolor, el miedo, la vergüenza, el desprecio y entre los pliegues de su cuerpo la necesidad de contarlo.
Se sentía en el último rincón de una selva de cemento. Ya no era aquella niña que estaba abierta al mundo, que volaba libre en su bicicleta y con ese arcoíris de oreja a oreja que se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Cerró los ojos y cayó la noche para ella.
PALABRAS QUE DUELEN
Ella se sentía tonta por no haberlo visto antes.
Al principio todo eran corazones, promesas y “te echo de menos”.
Después llegaron los “¿con quién estás?”, los “no subas esa foto”, los “si me quisieras, no hablarías con él”. Cada nuevo mensaje pesaba más que el anterior, y ella empezó a borrar partes de su vida para que él no se enfadara.
Un día, mientras su móvil vibraba sin descanso, su mejor amiga le dijo que eso no era amor. Y por primera vez, algo en su pecho se rompió… pero fue una rotura distinta: la del miedo.
Bloquearlo no fue fácil. Lloró, dudó, tembló. Pero cuando el silencio volvió a su pantalla, también volvió un pedazo de ella.
Ahora, cuando recibe un mensaje, sonríe.
Porque sabe que ningún amor verdadero te obliga a desaparecer



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